LOS DÍAS EN SAN BLAS
En el barrio de San Blas
varios gatos son insomnes
con el color de los sueños
en sus pupilas de bronce,
entre ráfagas de viento,
del sonido disconformes
ajenos a voluntades
de la luna o de los hombres.
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En el barrio de San Blas
huele a mares y horizontes
desde ese punto del día
donde se olvidan los nombres;
quince metros, que más da,
que el sentimiento nos borre
en la vida que rodando
nos lleva sin saber dónde.
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En el barrio de San Blas
vive el dios de los perdones,
no sé si perdonará
el destino de las flores,
ni a sus pétalos de sal
a la sombra de los nortes
salpimentados de luz
de los rojos arreboles.
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En el barrio de San Blas
hay geranios en balcones
donde la noche aparenta
ser la musa que se esconde
cuando la tristeza inunda
el tictac de los relojes
y el poeta siempre frágil
es de todos el más pobre.
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En el barrio de San Blas
una ermita pone orden
al alma que nace libre
y quiere morirse joven.
Una voz que repetida
reza siempre un paternóster
si la sacan a paseo
las campanas con redobles.
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En el barrio de San Blas
los amigos me socorren
si me levanto deprisa
o si deliro en la noche;
dos mil versos tiene el día
que beben la sed de amores
destilando la belleza
con lo poco que les toque.
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En enero por San Blas
suenan los dulces acordes
de sus fiestas de guardar
entre gaitas y tambores.
Vístete que la ocasión
bien merece pantalones
de tergal con su chaqueta
de los más vivos colores.
Cometarii