Poem de Rodolfo Zamora Corea, Nicaragua

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***

Sentía soledad en mis bolsillos,
en mi mente mil preguntas sin respuestas:

– ¿soy hijo del azar?

Lo escribía una y otra vez en un amarillo y sucio pergamino,
en donde plasmaba esas dudas que martillan mis sentidos.

Observaba el cosmos, mientras caminaba, percibía el universo,
en cualquier dirección que miraba,
y cuando hurgaba, en los confusos hoyos negros,
siempre encontraba rastros de elegancia,
de un maravilloso ingenio.

Me preguntaba:
¿Seré hijo de la casualidad Darwiniana?

Observaba el abismo,
vasto y absoluto, igual al que existe,
entre la composición de mi cuerpo, y un cristal de hielo;
repasaba a los sabios, y eruditos de la historia,
sus obras y tratados de la vida,
sus teorías, con sus visiones contemplativas,
¡más nunca lograba entender, como podía ser que la composición de mis genes
pudiesen superar sus capacidades creativas!

Continuaba aún preguntándome:

– ¿la roca y yo, somos productos de complejos accidentes?
¿existirá para el libro de la vida un complacido autor?
¿y para este hermoso paisaje, un prodigioso pintor?
¿Vivirá en esa montaña, un hacedor inteligente?
– ¿Quién es ese que sabe de leyes de movimiento, y la sorprendente gravedad,
de la luz, el sonido, y electromagnetismo sideral?,

¿Y mis ojos que perciben el color y su matiz, con mucha precisión?
-¿habrán exigido su perfección un común diseñador?

Luego volteé mi vista hacía el vacío, de nuevo,
y vi brillando las estrellas,
colgadas de la nada
y sentí la presencia
de aquel que mora, en el círculo del mundo.

¡Mis preguntas habían sido contestadas!

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